Patchwork El blog de Sylvia

lunes, 4 de marzo de 2013

Publicado por Sylvia Reguero en 14:06

En mi ultima entrada me despedí diciendo que me iba a acolchar; bueno pues no he acolchado NADA, aunque no he estado parada , he seguido con el ajuar de B.B.

Ahora quiero enseñar, como esta hoy la playa, en general esta fatal llena de obras, por que están haciendo muchos " chiringuitos ", que no se si lograran que estén en funcionamiento en Semana Santa

Pero en realidad lo que llama la atención es que .... había olas, es casi un acontecimiento.

6 comentarios:

belen dijo...: Para olas las que hubo aquí Sylvia, impresionantes. Tengo que mandarte una foto del kiosko de San Miguel. Ya verás como está ahora.
un besito
belen; 6:37 p. m.
Liliana dijo...: Menudo tiempecito que estamos teniendo Sylvia
besos
liliana; 9:40 p. m.
belarmina dijo...: que pena que pongan chiringuitos, con lo guapa que esta así
besinos; 12:31 a. m.
Unknown dijo...: El tiempo no está acompañando en ninguna parte, pero aún así el mar siempre tiene un encanto especial!! me alegra saber que estás bien,un besote.
Elena; 10:27 a. m.
Fabiola dijo...: La verdad es que nunca he visto las playas de Málaga con olas de semejante calibre. ¿Chiringuitos en Málaga?, ¡pero si hace nada los habían quitado!. ¿Vuelven otra vez?
¡Me encanta el mar!.
bss; 1:33 p. m.
Tawaki dijo...: Nunca había visto un mar con olas...; 11:35 p. m.

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Ciudad del Paraiso (V.Aleixandre)

Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria,
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.

Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira
o brama por ti, ciudad de mis días alegres,
ciudad madre y blanquísima donde viví, y recuerdo,
angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas.

Calles apenas, leves, musicales. Jardines
donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
merecen el brillo de la brisa y suspenden
por un instante labios celestiales que cruzan
con destino a las islas remotísimas, mágicas,
que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.

Allí también viví, allí, ciudad graciosa, ciudad honda.
Allí donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable,
y donde las rutilantes paredes besan siempre a quienes siempre cruzan, hervidores de brillos.

Allí fui conducido por una mano materna.
Acaso de una reja florida una guitarra triste
cantaba la súbita canción suspendida del tiempo;
quieta la noche, más quieto el amante,
bajo la lucha eterna que instantánea transcurre.
Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un dios emergiste.
Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron,
eternamente fúlgidos como un soplo divino.

Jardines, flores. Mar alentado como un brazo que anhela
a la ciudad voladora entre monte y abismo,
blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso
que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra!
Por aquella mano materna fui llevado ligero
por tus calles ingrávidas. Pie desnudo en el día.
Pie desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro.
Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas.
Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas.

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¡¡El otoño, por fin!!

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